Todos saben que algo muy grave va a ocurrir, pero nadie hace nada por evitarlo. Y la mayor responsabilidad de que ese coctel sea asi es precisamente del gobierno. Que Evo Morales carezca de un verdadero liderazgo es parte del problema.
Está sentada sobre una de las reservas de gas natural más importantes del mundo, pero es como si no existieran. Tiene una diversidad geográfica que muchos países la desearían, pero eso no es más que un hecho de la causa. La maldición de los recursos naturales se levanta con vida propia en la asolada Bolivia. De nada sirve tenerlos si permanecen debajo de la tierra.
Conozco por mi trabajo periodístico mucho ese país y de veras es maravilloso. Pero eso de nada sirve si se imprimen fuerzas para que precisamente ese país no pueda asomarse al desarrollo, a dar un mejor nivel de vida a su gente.
Hoy la maldición de los recursos naturales tiene la cara de Hugo Chávez revoloteando por esa bella geografía. Su intervencionismo ya alcanza ribetes escandalosos. Desde que asumió Evo Morales en el gobierno, Hugo Chávez ha podido dar rienda suelta a su megalomanía. La misma que quiso imprimir en Colombia apoyando al movimiento terrista de las FARC. Sin embargo allá se topó con el liderazgo del presidente de ese país, Álvaro Uribe.
En primer lugar es necesario entender que Bolivia siempre ha sido un país sociológicamente fracturado. Tres departamentos, Santa Cruz, Tarija y Pando explican más del 60% del producto geográfico bruto. De ahí que los grupos influyentes de esos estados se sientan con el derecho de exigir una mayor reciprocidad en términos no sólo de gasto fiscal, sino que también en la promoción de medidas económicas que favorezcan la llegada de la inversión extranjera.
Muy por el contrario, nada de eso ha ocurrido en Bolivia. Se ha alejado con medidas estrafalarias a los capitales que podrían hacer del gas natural una gran fuente de ingresos. Ellos administrados con eficiencia podrían contribuir a disminuir los índices de analfabetismo que ostenta Bolivia, muy similares a los de Haití.
La vorágine de los últimos acontecimientos muestra que Bolivia camina por un despeñadero, propio de las tragedias griegas.
Todos saben que algo muy grave va a ocurrir, pero nadie hace nada por evitarlo. Y la mayor responsabilidad de que ese cóctel sea así es precisamente del gobierno.
Que Evo Morales carezca de un verdadero liderazgo es parte del problema. Lo más grave es que el gobierno permita que una menta desquiciada como la que habita en Hugo Chávez incida en los acontecimientos bolivianos.
La sangre puede correr y fuerte. Los verdaderos responsables también serán aquellos mandatarios que cuidando oscuros intereses personales, siempre hicieron la vista gorda.
Fuente
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 5 horas
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