Crisis. Muchos cruzaron la frontera tras la detención del prefecto pandino
“Nos vinimos porque en Cobija ya no se puede vivir. A cada momento nos llaman para decirnos que nos van a detener”, dice Carol Lavadenz, una mujer que no puede contener las lágrimas cuando habla. Está en la plaza de Brasilea, junto a unas 400 personas que han cruzado la frontera para buscar refugio de lo que ellos consideran un golpe de Estado. Cerca del quiosco del centro están todos los dirigentes. El vicepresidente del Comité Cívico, Ricardo Shimokawa se declara refugiado político ante los micrófonos de radio y televisión, mientras el senador de Podemos Paulo Bravo coordina la ayuda de los brasileños, que han accedido a dar sus casas para que los ‘patricios’ (así le llaman a los bolivianos) tengan techo y comida asegurada.
Para ellos, en Cobija ya no hay seguridad. Al otro lado del río Acre, dicen que están siendo buscados por el Ejército para ser ‘tomados como rehenes’. Para ellos, Leopoldo Fernández no es un prisionero que causó la matanza de campesinos, como dice el Gobierno, sino un rehén de la lucha autonómica.
Aquí, todos tienen una historia que contar. Está Papi Mozuli (Édgar Balcázar), que se baja los pantalones y muestra su cuerpo todo amoratado de los golpes que le dieron los campesinos el 11 de septiembre. Está también Hugo Durán, que cuenta al que quiera escuchar cómo le apuntaron dos veces con una escopeta, pero el martillo no activó el cartucho. Él se salvó de los tiros, pero no del culatazo en la cabeza que le abrió una herida profunda, ni de los machetazos en la mano. El que no se salvó fue el que estaba a su lado, Pedro Oshiro, que recibió un disparo de escopeta en el rostro y cayó muerto.
A varios de los que están de este lado del Acre les han allanado sus casas. Shimokawa y la presidenta cívica, Ana Melena, no entienden por qué hicieron disparos dentro de sus domicilios, pese a que ya no había nadie allí.
Cuando la desesperación iba creciendo, llegó a la plaza el defensor del Pueblo, Waldo Albarracín. Cuando lo reconocieron, la gente lo rodeó y le llovieron las quejas. Le explicaron una, otra y otra vez cómo sucedieron los hechos del 11 de septiembre, le aseguraron que fueron los afines al Gobierno los que comenzaron a disparar, que los arremetieron a tiros hasta Porvenir, hecho que causó dos muertos y heridos de ese lado.
La prensa denuncia amedrentamiento
Son pocos los periodistas que se atreven a dormir en Cobija. La prensa extranjera está alojada en un solo hotel, mientras que otros periodistas bolivianos se quedaron en Brasilea.
Y es que a varios les han disparado durante la jornada de ayer. Carlos Lazcano, de la Red Unitel, trató de entrevistar a la delegada presidencial, Nancy Texeira, a unos 300 metros del aeropuerto cuando de pronto le dispararon desde la terminal aérea. “Una bala le pasó a centímetros al camarógrafo. ‘Fílmeme, pariente’, le gritaba al camarógrafo, por si caíamos ahí. Después vinieron los militares, nos insultaron y nos dijeron que no se podía filmar”, relató Lazcano. Algo similar vivió Alexandre Lima, periodista de O Alto Acre, un periódico brasileño que obtuvo las imágenes de Leopoldo Fernández tomado prisionero.
Testimonios
Mirna Vaca
Mi delito es ser esposa de un consejero
Uno ya no puede opinar en Cobija porque el Ejército allana tu casa y la destruye. Mi único delito es ser esposa de un consejero departamental. Yo no tengo la culpa de que él haya sido elegido, pero ahora estamos acá, en Brasilea, sólo con lo que pudimos traer en el cuerpo. En Pando, el Gobierno ha instalado una dictadura militar. No respetan a nadie, ni a los niños.
Édgar Balcázar
Los masistas me golpearon brutalmente
A mí me agarraron como rehén el 11 de septiembre. Me dieron un culatazo acá en el ojo y las mujeres venían y me guasqueaban. Ha pasado casi una semana, pero aún tengo todo el cuerpo lleno de moretes. Nunca había visto tanto odio. Hubiera visto a esas mujeres y a la gente del interior. Me rescató la sargento Mirtha, que hizo que me suelten. Ahora está confinada en La Paz.
Hugo Durán
Yo vi cómo mataron al Ing. Oshiro
Yo vi cómo mataron al ingeniero Pedro Oshiro. Le tiraron con escopeta en la cara. A mí también me querían matar, pero la escopeta se les trabó dos veces. También me querían cortar la mano, pero cuando dieron el machetazo yo la encogí y me dieron en el dedo. Después, me dieron dos culatazos de escopeta en la cabeza y me desmayé. Me dieron por muerto y se fueron.
Ana Melena
No creo en el acuerdo con el Gobierno
Yo no creo en el acuerdo que firmó Mario Cossío. El Gobierno prometió que no iba a haber persecución política, sin embargo, el prefecto está confinado. Otra vez el Gobierno se está haciendo la burla. A Pando ya no nos afecta y acá no tenemos más estado de derecho, sino una dictadura. No hay garantías, han atentado contra mi domicilio y me he declarado en la clandestinidad.
Fuente
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 5 horas
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