En un arranque de espíritu democrático que se inscribirá para siempre en los anales de la infamia, el pasado sábado 27 de setiembre el presidente Evo Morales dijo que la nueva constitución se aprobará "de buenas o malas". Quiso decir por las buenas o por las malas, justo en momentos en los que, por otro lado, llama a la oposición al "diálogo". Una dualidad que ya no sorprende en el líder cocalero, teniendo en cuenta que días atrás mandó un ejército de campesinos armados a presionar a Santa Cruz para que sus líderes firmen un "acuerdo" que beneficiará sus presentiones de perpetuarse en el poder y respalde sus intenciones de consagrar una nueva carta magna que destruirá el país. Más que acuerdo, una capitulación.
Al día siguiente de estas declaraciones convocó a los prefectos opositores a reuniones individuales, mientras uno de sus brazos armados, la Conalcam dictaminaba cercar el congreso para que éste apruebe las minucias del referéndum por la constitución.
Con estas declaraciones y acciones Evo demuestra por enésima vez que el consenso, el diálogo, elementos esenciales de la democracia, se los pasa por donde la espalda pierde su buen nombre. Ya sabemos de lo que es capaz: de enviar grupos armados (pobres campesinos obligados o "fuerzas del orden") a generar conflictos e incluso matar. Evo no sólo se defeca en la democracia, va más allá, alienta enfrentamientos entre bolivianos, con saldos conocidos como las muertes en Sucre, en Cochabamba, en Tarija, en Huanuni, y más recientemente en Pando, por citar algunos casos. Ya lo dijo uno de sus acólitos en funciones de gobierno: "No hay cambios revolucionarios sin sangre", y no se refería precisamente a una transfusión.
Y mientras Evo hace y deshace con el pueblo y contra el pueblo boliviano, qué hacen las instituciones nacionales e internacionales al respecto? Nada, simple y llanamente. Descabezó el Tribunal Constitucional, organismo creado para supervisar las acciones de un gobierno; cambió el plantel (a su favor) de la Corte Electoral, la OEA le da un vergonzoso apoyo, propio de compinches, la Onu le da micrófono como antaño se lo dio a terroristas internacionales, la Unión Europea con la conciencia tranquila de "devolverle" el poder a un líder indígena (que de indígena no tiene nada) sin que importe que el tipo siembre materia prima para hacer droga o mande a matar gente, y ni hablemos de Unasur, nada más que una OEA sólo para los muchachos del Foro de Sao Paulo.
Al final lo poco que queda de la democracia en este país está en el accionar de unos cuantos, que sin mandar ejércitos armados, sin matar a nadie, están resistiendo a la barbarie que quiere borrar a Bolivia del mapa. A esos, el gobierno y sus secuaces internacionales los califican de "ultraderechistas de las ricas tierras del oriente". Por favor! El mundo está al revés.
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 3 días
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