La alianza Evo-Chávez puede traer consecuencias peores de las que ya ha traído, consecuencias que ni el propio Evo está realmente calculando. Por un lado progona la unidad boliviana y por el otro invita al invasor entranjero.
***
Evo, el cordero y la ternera
La violenta confrontación que se viene sosteniendo en Bolivia por la defensa de las autonomías es el resultado exclusivo de la irresponsabilidad de su presidente. Evo Morales, que ha recibido la "bendición política" del propio jefe de Gobierno español en más de una ocasión y que es visto por los europeos como un simpático y extravagante producto cultural del tercer mundo, que les afecta poco o nada, llevó demasiado lejos su proyecto totalitario con envoltura democrática.
La "madre del cordero" de esta penosa situación boliviana es, efectivamente, la temeraria aventura personal de Morales. Encandilado primero, y envalentonado después con el apoyo del Gobierno de Venezuela, no le bastó con atropellar derechos y despojar sistemáticamente de recursos a los departamentos de la llamada "Media Luna" Camba, sino que introdujo la variable geopolítica de la amenaza de la invasión militar extranjera a su propio país. Ahora queda claro que el pacto militar de su Gobierno con su similar venezolano no tenía por objeto defender a Bolivia de posibles agresiones externas. Su objetivo era defender al propio Evo Morales de sus opositores al interior de su país. Por eso, hoy es el mismo Hugo Chávez quien amenaza, con su acostumbrado lenguaje de "barra brava" y sin el menor pudor, con meter a sus tropas, a sangre y fuego, a territorio boliviano, si sale Morales.
Aunque no deseamos ninguna interrupción democrática en Bolivia, sino el respeto a las minorías, imagínese qué pasaría si se verificase que los militares bolivianos tomaran el poder por medio de un golpe de estado. Si las tropas venezolanas entraran en Bolivia, bajo tal escenario, lo harían para luchar contra las fuerzas armadas bolivianas. ¿Esto no configura una guerra entre naciones? Evo Morales no comprende que más importante que él mismo, incluso si sus sospechas fuesen correctas, es que estaría conduciendo a un baño de sangre en su propio país.
Entonces aparece otra interrogante: ¿es que Morales, el "predicador" de la unidad boliviana, se siente realmente compatriota de los millones de bolivianos a los que afectaría una incursión militar venezolana? Los autonomistas reclaman descentralización de poderes y rentas, no piden secesión, como consta en los estatutos autonómicos de los departamentos que defienden la autonomía. ¿No será entonces Evo quien se siente que pertenece sólo a una parte del país, y que el resto sólo le sirve para usurparlo en provecho de los que sí siente como sus compatriotas de verdad? ¿Qué clase de unidad patriótica se reclama cuando se abre las puertas al invasor extranjero para darle carta blanca para exterminar a los que nacieron en el mismo suelo?
La temeraria aventura de Evo Morales, sin embargo, no se ha agotado dentro de sus fronteras. Su alianza con el chavismo ha puesto en riesgo la estabilidad geopolítica de toda Sudamérica. Su recurrente actitud de inmiscuirse en la política interna de países vecinos, como el Perú, conspira contra la integración sudamericana y las elementales buenas relaciones diplomáticas entre países vecinos. Y su postura ideológica trasnochada, junto a la de sus socios ideológicos de los Gobiernos de Venezuela y Ecuador, ha terminado por desmembrar a la Comunidad Andina de Naciones y bloquear, en la práctica, todo acuerdo comercial con la Unión Europea para países como Perú y Colombia, que están apostando por modelos aperturistas y de economía de mercado.
Ahora Morales descalifica a sus opositores de antidemocráticos y de antipatriotas, sólo porque están expresando en las calles el profundo descontento con su régimen. Curiosa actitud de quien se hizo del poder echando mano de similares prácticas. Cuando desestabilizó a los gobiernos de Gonzalo Sánchez de Lozada primero, y de Carlos Mesa después, hasta el punto de llevar a su país a la completa ingobernabilidad y abrir las puertas para su irrupción en el poder, en tiempo en que sus únicas plataformas de lucha eran la defensa de una etnia y de la actividad del cultivo de la coca.
Evo Morales no tiene derecho a queja, pues parece hacerle juego al refrán de que "la vaca no suele acordarse de cuando fue ternera". Aunque más importante ahora sería que el presidente de Bolivia recordase que sólo hay una clase de bolivianos, y que se debe a su país antes que a una ideología o a una lealtad fruto de su sumisión con el verdadero titiritero del tinglado circense en que ha convertido a su Gobierno.
por Eugenio D´Medina Lora
Fuente
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 5 horas
No hay comentarios:
Publicar un comentario