martes, 16 de septiembre de 2008

La ofensa del loco bocón

Estamos saturados con las ofensas inferidas a nuestro país por el loco, bocón e ignorante de Hugo Chávez, que para cometer sus tropelías y desboques megalómanos ni siquiera respeta la imagen de uno de los próceres más queridos de la América, como fue el Libertador Simón Bolívar, en cuya sombra pretende escudarse para mantenerse en la primera magistratura de un pueblo tan caro a nuestro sentimientos, como es el venezolano, a la que llegó por el azar de la suerte. Los últimos hechos, que han enlutado al país, de los que el principal responsable es el mismo Chávez, cuya palabra es sagrada para Evo Morales, han dado lugar a que semejante dictadorzuelo amenace a nuestras Fuerza Armadas y a nuestra Nación para invadirnos con sus huestes asesinas y masacrar al pueblo boliviano, todo ello, no sólo ante la pasividad del Capitán General de dichas Fuerzas Armadas, cuyo títular es el Presidente Evo Morales, sino con el aplauso y las manifestaciones de alegría de éste, de su gobierno y del partido político que lo sustenta, el MAS. ¡Qué indignidad y vergüenza! Hay una sola palabra para identificar esa conducta: traición. Sólo un escupitajo del pueblo debería ser la sanción a semejante acto de solidaridad con la ofensa a la Nación. No debería haber ni un solo hombre o mujer en este país que respetándose a sí mismos aplaudan a esos apátridas. Campesinos, obreros, clases medias, pobres y ricos, negros y blancos somos bolivianos y, como a tales, se nos ha ofendido en los más sensible y querido, que es el amor a nuestra Patria y, sin embargo, el Presidente, su partido el MAS y su gobierno aplauden. ¿Dónde está la dignidad que tanto pregonó Evo Morales? ¿Acaso entiende sus alcances? ¿La medida de dignidad para este caudillo es la cantidad de dólares que le envía Chávez para envilecer la conciencia ciudadana y manosear a las FF.AA. y poner a los campesinos al servicio de sus ambiciones personales? La respuesta a Chávez del Comandante General de Ejército, en principio, parecía un acto de reacción condigna con la defensa de la dignidad y soberanía nacionales; pero, no fue así, porque el mismo pronunciamiento castrense se encargó de pasar la mantequilla del quedobueno al tirano, al que los altos mandos militares le deben talegazos de dólares que les hace manejar sin cargo de rendición de cuentas y a los que los estamentos inferiores son ajenos. Y así el temerario golpista venezolano queda impune y al pueblo boliviano se le niega el derecho a vivir en paz y en democracia para hacer los cambios que ansía, sin dictadura ni terrorismo de Estado, propio de los gobiernos sanguinarios, despóticos y racistas.

Y basta de payasadas, doncito. Gobierne usted a este país. Sabemos de sus limitaciones, pero comience usted por destetarse del loco megalómano venezolano, sabiendo que éste es un parlanchín de plazuela y es quien ha de derrocar a su gobierno. No hay "medias lunas" ni oligarquías que pretendan tumbarlo. Sus principales enemigos están en Venezuela y en su entorno palaciego, porque son éstos los que le hacen hablar despropósitos y le hacen enfrentar a su pueblo. Su gobierno acaba de hacer matar más gente en Pando. ¡Qué horror! Es la misma gente del MAS que mata a los pobres campesinos que con engaños los lleva al sacrificio para liquidarlos. Ya ha muerto mucha gente en su gestión. ¿Quiere usted que siga corriendo más sangre en este país? Usted sabe que ya no cuenta con el apoyo mayoritario. Usted sabe que los resultados del último referendo son fabricados. Todos, comenzando por usted, sabemos que la tolerancia a usted está por debajo del cincuenta por ciento. Convénzase que sus aduladores lo están conduciendo al despeñadero, pero a costa de la sangre de inocentes. Nadie puede gobernar sentado en un sillón manchado con la sangre de su pueblo. No es cierto que la Pachamama se alimente con sangre, doncito. Eso quedó sepultado en las cavernas. Ahora el humano lucha por conquistar la vida, como suprema aspiración. Entiéndanlo usted, su loco asesor venezolano y sus llokallas palaciegos: la vida es lo más preciado de la humanidad. Aprendan a valorarla y, así, usted ha de terminar su mandato, aunque fuese a tropezones, porque nadie quiere derrocarlo, salvo sus llunkus palaciegos.
Por: Ernesto David Pereyra
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