domingo, 7 de septiembre de 2008

Bolivia: ¿Hacia dónde vamos?

Después de la gestión de Carlos Mesa y ahora con este gobierno, la percepción de la gente es que de manera premeditada se pretende imponer  identidades carentes de humanidad razonada, catalogando a algunos como preexistentes a la República y con mejores derechos que otros, creando categorías donde se privilegia a quienes creen que las piedras tienen sexo y menoscabando a los del mundo cristiano, los de la religión "impuesta por la colonia", los extranjeros, los de corbata, los Karas, encerrando a la gente en casillas rígidas, haciéndonos ver como enemigos.

Esta manera de mirarnos entre bolivianos como adversarios irreconciliables, según el premio Nóbel de economía, Amartya Sen, fue la misma que se vivió en los sangrientos años cuarenta, antes de la partición de Pakistán, cuando se alimentaron los contrastes de identidad que transformaron a amigos en enemigos, a asesinos en compañeros de lucha. La carnicería que sobrevino gracias a la imposición de una nueva identidad carente de humanidad todavía muestra sus secuelas en medio oriente.

Exterminios similares se han repetido en Ruanda, Congo, Bosnia, Kosovo, etc. Es absurdo haber sido testigos de lo que sucedió entre los Hutus y los Tutsis, haciéndoles creer que los unos son enemigos de los otros con diferencias preexistentes que se transforman en un cóctel explosivo de confrontación, con un tremendo poder incendiario. El crear estas identidades o grupos, llámense pueblos indígenas,  movimientos sociales, o cocaleros,  como  las elegidas y predestinadas para conducir un proceso nacional de manera irreflexiva, puede matar cual una plaga.

Lamentables experiencias de destrucción en el mundo nos demuestran que esta no es la vía para resolver problemas. En un Estado de derecho las diferencias se solucionan con más democracia. ¿Por qué  no aceptar que la realidad boliviana es diversa, que somos diferentes, plurales, pero que podemos vivir juntos y en concordia, construyendo y no destruyendo?

Refundar no es construir sobre las cenizas, sino sobre la base de lo bueno ya construido, darle un sentido más humano, pensando en la gente, haciendo posible que los bolivianos veamos algunas vez que aquellos que llegaron al poder por medio del voto, dejan de pensar en sus partidarios, amigos, parientes y aliados y responden a las apremiantes necesidades de los ciudadanos, de manera incluyente, justa, con equidad, con mucho sentido ético. Con transparencia en el manejo de la cosa pública, en términos de empleo, salud, educación, servicios básicos, seguridad ciudadana, vivienda, infraestructura en caminos, agua y energía, elementos básicos para iniciar el desarrollo económico y social de nuestros sufridos pueblos dispersos por nuestra Bolivia.

Creo que eso es refundar un país, lo contrario es confrontarnos, generar odio y muertes innecesarias, que conducirán de manera estrepitosa a la profundización de nuestras diferencias que se tornan irreconciliables y finalmente viene lo irracional del ser humano donde se libera a las bestias.  Luego del desastre, quién se hará cargo de los lamentos por los seres queridos perdidos, los odios residuales, las heridas por la actitud irreflexiva e irresponsable de gobernantes y líderes que no supieron el significado de refundar un país construyendo, pensando en la gente sin odios ni revanchismos.

Malditos por siempre aquellos que pretenden hacer de nosotros guerreros de lo absurdo, asesinos de nuestros hermanos. Los ciudadanos libres, de una Patria que es nuestra no debemos dejar que estas fuerzas avancen, tenemos que constituirnos en una barrera impenetrable, irrompible, desde  nuestros distritos, barrios, comunidades, ciudades, municipios y regiones y finalmente a nivel nacional para no dejar que esta manera de hacer política avance y destruya lo único que tenemos seguro: nuestra Bolivia. Creo firmemente que esta batalla definitiva por la vida, por nuestro despegue como un país de oportunidades, por esa sensación de certeza y de futuro que todos necesitamos,  por nuestra conciencia de haber hecho lo necesario, la tenemos que enfrentar con valentía en democracia, sumando adeptos uno a uno para ser miles, millones. Sólo así no la vamos a perder, por nosotros, por nuestros hijos y por la pervivencia de la Patria.
Por: Germán Antelo Vaca
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