Bolivia se fragmenta y se asfixia entre múltiples procesos electorales; Elecciones Generales, Municipales, Prefecturales, Referéndums Vinculantes, Asambleas Constituyentes, Referendos Autonómicos y ahora Referendos Revocatorios . Durante los últimos 4 años (2004-2008) se han efectuado 12 comicios electorales, cada uno con su respectiva dosis de esperanza dirigida a solucionar en alguna medida la compleja y constante crisis sociopolítica en la que se desarrolla (o se estanca) el país.
Lejos de lograr un consenso en la toma de decisiones públicas, la mayoría de los últimos procesos han agudizado el antagonismo político-cultural existente entre las regiones de oriente y occidente, además de consumir considerables sumas del Tesoro General de la Nación. El Referéndum Revocatorio del 10 de agosto pasado no mostró resultados significativos referentes a un cambio en el escenario político, sino que fortaleció la polarización mencionada, lo cual se verifica en los siguientes puntos:
Evo Morales conserva su liderazgo al obtener una votación del 67.41% [1] a nivel nacional.
Morales se posicionó en 6 departamentos, en los restantes 3: Tarija, Santa Cruz y Beni, que forman parte de la oposición regional, obtuvo porcentajes no menores al 40%, lo cual indica un latente y considerable respaldo al Presidente.
Los Prefectos de la denominada “Media Luna” fueron ratificados, al igual que el apoyo al proceso de autonomía departamental, pero sin embargo su liderazgo no traspasa sus fronteras regionales.
Dos Prefectos opositores fueron revocados ( La Paz y Cochabamba), hecho que le otorga cierta ventaja al Movimiento Al Socialismo (MAS) para poder ampliar geográficamente su control político, al tener la facultad de nombrar Prefectos interinos hasta que se convoque a nuevas elecciones prefecturales en estos departamentos.
El desarrollo del proceso electoral fue criticado por la OEA. Sus 125 observadores constataron que en el 32% de las mesas de sufragio se evidenciaron irregularidades como la existencia de propaganda electoral el día de la votación, vulneración del voto secreto, clonación de cédulas de identidad, lo cual impidió el voto de varios ciudadanos y alteraciones en el conteo de la votación. Una auditoria profunda al padrón electoral es fundamental para los futuros comicios electorales [2], pero aún así recuperar la credibilidad del organismo electoral será una tarea de larga data.
No se puede negar la legitimidad que tienen estos procesos, “ la voz del pueblo, es la voz de Dios ”; sin embargo, ¿es posible cuestionarla? ¿Cuántos ciudadanos saben con certeza el contenido y sobre todo la interpretación tanto del proyecto de Constitución del MAS como el de los Estatutos Autonómicos de la Media Luna? Si bien es cierto que Bolivia necesita una reforma a su Carta Magna, ésta debe tener compatibilidad con el proceso de descentralización iniciado en 1994 con las autonomías municipales y la Ley de Participación Popular. Esta es la lectura más obvia que se puede hacer de los resultados del Referéndum Revocatorio, es decir, es el imput que la ciudadanía demanda y otorga al sistema político boliviano.
Un clima de coexistencia mutua se ve distante pues actualmente la cultura de la confrontación prima a la del diálogo. Por un lado, el oficialismo continúa con su campaña electoral eterna basada en la repartición de bonos, y por el otro surgen falsas promesas de poder promulgadas por los líderes regionales, ambos bandos con un mismo objetivo: conquistar al electorado.
El consenso no es imposible. La racionalidad en la compatibilidad de ambos procesos debiera ser el objetivo y la ausencia de verdadera voluntad política es la que hace que estos procesos sean inviables.
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 2 días
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