Durante las décadas que duró la Guerra Fría, los Estados Unidos apoyaron a regímenes despreciables en Sudamérica. Era para ellos el mal menor. El riesgo al que se enfrentaba quedó demostrado durante la crisis de los misiles de 1962; para el país norteamericano era inaceptable que se impusieran regímenes comunistas cerca de sus fronteras durante un periodo en que se jugaba su propia existencia. Cuando cayó el muro y se derrumbó la Unión Soviética, Estados Unidos abandonó su apoyo a "sus hijos de puta", como los bautizara Roosevelt, y en general, y si se exceptúa la lucha contra el cultivo y tráfico de drogas, perdió casi todo interés en la región.
De ahí que resulte especialmente patética la imagen de Evo Morales y Hugo Chávez haciéndose los gallitos, insultando a Estados Unidos e intentando aparentar que son más importantes de lo que realmente son en el mundo al asegurar ser objetivos de la superpotencia. Si hay algo que resulta evidente es que George Bush –o quien lo suceda, sea McCain o Obama– jamás le va a dedicar a ninguno de estos dictadorzuelos ni una fracción del tiempo que dedican estos a denigrarlo públicamente a él y a su país.
Con todo, no deja de resultar estremecedor –y retrato fiel del personaje y de quienes lo apoyan, incluyendo a los titiriteros de la "experiencia democrática venezolana"– que la última andanada dialéctica del gorila rojo contra "los yanquis", acompañada de un recuerdo hacia los "hermanos árabes", haya sido realizada cuando en Estados Unidos se hacía un paréntesis en la campaña y se conmemoraba el séptimo aniversario de los atentados del 11-S, recordando a los miles de víctimas de la barbarie islamista.
La excusa de Chávez para insultar a Estados Unidos ha sido la decisión de su títere Morales de declarar persona non grata al embajador norteamericano. La excusa, el supuesto apoyo a "la división" del país y la promoción de las protestas contra el Gobierno boliviano. Acusaciones de las que, evidentemente, no ha aportado una sola prueba. En todo caso, si realmente Morales quisiera acabar con esa división debería dejar de impedir que las regiones más prósperas de Bolivia pudieran desarrollar políticas que dejen más libertad a los ciudadanos para producir y comerciar. Pero hacerlo dejaría claro que el liberalismo trae riqueza y prosperidad, mientras que el socialismo de Chávez y Morales sólo produce más pobreza. Y eso, claro, no lo puede permitir el líder boliviano. Tiene que evitar a toda costa que a su Corea del Norte le salga una Corea del Sur que lleve a hacer odiosas comparaciones.
Evidentemente, para Estados Unidos el problema más inmediato que estos dos países pueden provocarle se centra en el tráfico de drogas y el suministro de petróleo. Sin embargo, a largo plazo podría empezar a resultarle preocupante el acercamiento de Chávez a países como Rusia o Irán. Esperamos que antes de que eso se convierta en un gran problema, ni Venezuela ni Bolivia sigan bajo el mismo gobierno.
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