sábado, 18 de octubre de 2008

Bolivia - La caída

Las persecuciones políticas suman y siguen en esta Bolivia ya tan herida y rota a fuerza de la violencia desatada por razones ideológicas. La persecución se vuelve encarnizada y se vuelca contra los ciudadanos del Oriente sobre los que se esgrimen toda suerte de delitos en medio del todo vale de esta carrera por mellar la dignidad y la honra de los opositores que enfrentan una guerra sucia que no tiene restricciones para el oficialismo e impone la mayor fuerza de la censura y las imposiciones para los que se oponen al régimen vigente.

El ministro Quintana no debería aparecer frente a las cámaras haciendo declaraciones que están reñidas con la moral y las buenas conductas, tal como la que realizó anoche, planteando que los periodistas y cívicos que en sus intervenciones o discursos ‘inciten a la violencia y la sedición’ serán duramente castigados con el mayor rigor de la ley.

Esto lo dijo con la mirada extraviada, con los ojos vacíos, lo que de por sí es signo de un mundo interior que no se conecta con el exterior. Esto se hace palpable en la medida que insta a castigar con cárcel a quienes supuestamente instan a la violencia, cuando él carga en sus espaldas un discurso incendiario, cargado de odio, plagado de alusiones violentas, y también carga en sus hombros persecuciones a ciudadanos, encarcelamientos que no siguen un curso legal, secuestros políticos y acciones que son lapidarias y vergonzantes para un ministro de Estado, mucho más para las autoridades que deben ser ejemplo de conducta que para cualquier ciudadano que no tiene en sus manos el poder de decidir y de ejecutar acciones.

El ministro Quintana cree que la libertad tiene restricciones para unos y absoluta cancha libre para otros, prueba de esto fue su conversación que sostuvo con un parlamentario de su partido en el Beni, quien creyendo que tenían los micrófonos cerrados le ofreció en medio de un acto público buscarle dos magníficas para que se lo lleven de los bracitos y un paquete de pitillo, a lo que el ministro sonrió complacido.

Del lado de la oposición, también encontramos inconductas, fallas morales graves que han llevado a que la traición se convierta en moneda de cambio. Algunos congresistas y autoridades, no muestran lealtad hacia sus electores, defraudando una y otra vez la confianza que estos depositaron en ellos

En la presente circunstancia en la que el país enfrenta la gran decisión de optar o no por someter a referendum una constitución controvertida y que no fue aprobada legalmente, han surgido opiniones que aseguran que la brigada Parlamentaria de Pando definió el miércoles votar a favor del referendo dirimidor y de aprobación del nuevo texto constitucional, según afirmación del senador pandino de Podemos, Pablo Bravo. Este habría afirmado que ‘no les queda otra opción’ que apoyar la aprobación de dicha ley, alegando que la decisión fue asumida ante ‘el abandono’ de la Brigada Parlamentaria Pandina de parte de los cívicos, prefectos y políticos agrupados en el Conalde, después de la masacre del 11 de septiembre en las poblaciones de Filadelfia y Porvenir. Los congresistas pandinos que supuestamente votarían a favor del referendum constitucional serían Paulo Bravo (senador), Ronald Camargo Suzuki (diputado), Felipe Tenorio (diputado) y Víctor Vaca (diputado). Paulo Bravo, también planteó: ‘Los tres diputados de Podemos y mi persona que hemos estado en Cobija todo este tiempo vamos a votar, sea como sea, ahora veremos cómo esta la Constitución para hacer campaña por el Sí o por el No’.

Se les debe aclarar a estos congresistas que si bien no es justo que se haya abandonado a Leopoldo, también no es justo que se transen los principios con excusas. Cabe aclararles que la inconducta de los otros no puede ser pretexto para justificar la propias faltas de coherencia y fidelidad a una causa.

Los congresistas que se venden no tienen excusa, se han definido como parte del deterioro, de la podredumbre en la que se encuentra sumida nuestra sociedad, carente de valores y por ello todavía sin esperanza.

Autor: Centa Reck
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