Bolivia: la última brazada
Por Virginia Contreras
A pocos días de los referendos revocatorios en contra del Jefe de Estado Boliviano y de ocho de los nueve prefectos departamentales- estos últimos equivalentes a verdaderos gobernadores de Estado- es mucho lo que se ha dicho sobre el tema. Hemos escuchado hablar respecto a la ratificación del presidente Evo Morales en su cargo, (con un número mayor de votos que aquellos que le dieron el triunfo en el 2005), así como la de cinco de los ocho prefectos del país; de los cuales cuatro –opositores al gobierno nacional-corresponden a la región conocida como “la media luna” y cuyas áreas de influencia económica, fundamentalmente el caso de Santa Cruz, son vitales para el desarrollo del país.
Dado el clima de tensión y amenazas entre miembros de ambos bandos, cualquiera hubiera podido predecir un final dramático. En un país en donde en nueve años gobernaron cinco presidentes y en donde la tradición demuestra un record de más de una cincuentena de gobernantes depuestos a la fuerza, no era necesario ser un Julio Verne para predecir una desgracia. Para bendición del maltratado pueblo Boliviano, ninguna acción masiva de violencia hubo que lamentar.
Indistintamente de los resultados numéricos obtenidos, los cuales en términos generales eran previsibles, hay ciertos elementos que vale la pena considerar si vemos la triunfal actitud del presidente Morales. Nos referimos a la imposición de una nueva Constitución para la República Boliviana, a cuyo efecto deberá contar con la aprobación del pueblo mediante referéndum. Esta Constitución, al igual que ha sucedido en Venezuela y que próximamente sucederá en Ecuador, será hecha a imagen y semejanza de su gobernante con el objeto, tal y como el mismo Morales lo ha reconocido, de cambiar el sistema político de ese país. Elementos como la reelección por dos periodos consecutivos, hecho que le otorgaría al presidente Morales la posibilidad de permanecer en el poder más o menos hasta el 2020; o la centralización de las funciones del Estado, cuya conquista a favor de las regiones se ha convertido en una lucha sin cuartel por parte de los sectores opositores ; la institucionalización de la política de nacionalizaciones que en la práctica ha venido ejecutando el gobierno nacional en relación con las más importantes empresas transnacionales suplidoras de bienes y servicios; la eliminación de una economía abierta de mercado por un sistema primitivo; o el establecimiento de cuantas lenguas indígenas existan en dicho país como lenguaje oficial del Estado, son algunas de las muestras del populismo más perverso que pueda planificarse con el objeto de trastocar la economía y libertades de un país que merece un mejor destino.
Es por ello que la recién experiencia de Bolivia no debe pasar desapercibida ni para los Bolivianos, ni para los hombres y mujeres demócratas del mundo; porque a diferencia de lo que declaran algunos sin mucha convicción en sus labios respecto a la presunta disminución de la influencia de Hugo Chávez en el continente, por mucho que en Venezuela tenga un caos, no es nada despreciable, lo que el presidente venezolano, pese a todos los desplantes públicos recibidos ha logrado obtener. En efecto, si a su ya conocida influencia en los países de Centro América y el Caribe financiados con sus negocios petroleros y cuyo último bastión en caer ha sido recientemente Costa Rica; así como a los prenombrados Bolivia y Ecuador le sumamos a Perú, cuyo presidente Alan García ha cambiado su discurso de denuncia por la injerencia del mandatario Venezolano en los asuntos del Perú, por dulces sonrisas de agradecimiento por una centena de viviendas que en virtud a la generosidad no consultada de los venezolanos, los Peruanos han recibido de regalo, las cosas no van nada mal para el Venezolano. Esto sin contar al Paraguay, cuyo presidente no tiene reparos en reconocerse hoy orgulloso amigo del gobernante venezolano, olvidando que en plena campaña electoral declaraba lo contrario; y es que al parecer esa oferta del presidente de Venezuela de “darle al Paraguay todo el petróleo que necesite” es algo que no se escucha todos los días como para perder el tiempo en discusiones baratas. A esto debemos agregarle el muy factible triunfo del candidato opositor del antiguo movimiento guerrillero y hoy partido político FMLN, Mauricio Funes, para las próximas elecciones en El Salvador. Nótese que no estamos incluyendo ni a Irán; ni a Bielorrusia; Zimbabue; Libia; Rusia; o la China, limitándonos únicamente a hablar del continente Americano.
El ejemplo de Bolivia resulta muy sensible para los venezolanos en general. Del lado de los afectos del gobierno venezolano, lograr influir en Bolivia para implantar un régimen populista-nacionalista de tendencia izquierdista y atropelladora de los derechos del pueblo, sería un triunfo sustancioso; del lado de la oposición Venezolana, el poder colaborar para impedir que los Bolivianos corran la misma suerte de los Venezolanos, aparte de ser casi una obra de caridad cristiana, sería la revancha que los venezolanos no hemos podido ganar en nuestro propio país. De allí que unos y otros se peleen Bolivia como dos borrachos por una botella vacía, porque indistintamente de las buenas intenciones, son los Bolivianos los que tienen la última palabra. Y es por esto que para quienes apostamos por una “Bolivia libre” no podemos aceptar con resignación la pérdida por parte de la oposición Boliviana de dos importantes regiones emblemáticas para ese país en los pasados referendos revocatorios, como lo son los Departamentos de La Paz y Cochabamba, ambos en manos de prefectos con liderazgo regional opositor, porque indistintamente de cualquier cantidad de circunstancias que hayan podido haber conspirado para ello, lo cierto del caso es que la capital política del Estado (La Paz), y al asiento principal de “los Cocaleros”, importante grupo de presión a favor de Evo Morales y cuyo líder es precisamente el jefe de estado (Cochabamba)no son poca cosa.
Sin ánimo de atacar a nadie, parece mentira que una gente como la oposición Boliviana, que desde hace tanto tiempo había venido alertando a sus compatriotas respecto a las amenazas a las prácticas del presidente Venezolano, las cuales ha querido exportar descaradamente a la nación Boliviana, olvidara en el último momento la tradicional estrategia de aquél en cuanto a crear fuego por todas partes para distraer la atención de los incautos, que corriendo por todos lados a fin de apagarlos desvían sus objetivos mientras el otro les clava su estocada fatal. Con esta elemental práctica ha logrado Hugo Chávez ser reelecto presidente; con esto ha logrado poner al país de rodillas; y con esto ha logrado suplantar el régimen político venezolano establecido en la Constitución- y cuya reforma fue rechazada en el referéndum del pasado 2 de diciembre- usando ahora como instrumento 26 leyes creadas por él a pocas horas que expirara el mandato para dictar ciertas leyes de acuerdo a una Ley Habilitante. Todo esto mientras la oposición de ese país andaba corriendo como loca denunciando la inhabilitación de unos candidatos a participar en elecciones locales.
En Bolivia se implementó un procedimiento de consulta popular a fin de lograr salir pacíficamente de la presencia de Evo Morales como presidente de ese país; y éste, fiel alumno de su “mentor Hugo Chávez”, en vez de negarse a aceptar la participación en un proceso refrendario no incluido en la Constitución Boliviana -hecho que muchos esperaban- retó a los prefectos departamentales a medirse junto con él como condición para su eventual participación. Con esto lograba Morales no sólo demostrar que aunque fuera por puras bravuconerías algo de gallardía le quedaba, sino dispersar esfuerzos por parte de los prefectos, que entrampados en los anteriores referendos estatutarios en los cuales resultaron ganadores (y que tampoco estaban contenidos en la Constitución del Estado), se sintieron moralmente obligados a participar en la contienda.
De nada sirvieron los recordatorios de las muertes y sufrimientos que han padecido los Bolivianos durante estos dos años y medio de poder de Morales para llamar la atención de un pueblo distraído entre su lucha por la libertad o su necesidad de comer, esta última siempre indispensable para pensar vivir en libertad. Y es así que en vez de dedicar su atención, todos contra uno, para lograr la revocatoria del mandato de Morales, los opositores a Morales tuvieron que concentrarse en evitar su propia revocatoria.
Hasta el presente Evo ha ganado una y Hugo también. De algo sirvieron los innumerables regaños que públicamente le había venido haciendo el presidente venezolano a su pupilo Boliviano, así como las inmensas cantidades de dinero facilitadas por el presidente venezolano. Para algo sirvieron los funcionarios venezolanos enviados a Bolivia para asesorar a tan peculiar presidente en materias tan diversas como la nacionalización de las empresas brasileña y española de gas; la redacción del proyecto de Constitución; la organización de sus cuerpos de seguridad e inteligencia y de los grupos de choque; la ideologización de sus militares y por supuesto el funcionamiento de su eficiente sistema electoral, ese mismo que gracias a una oposición sorda, ciega y muda en Venezuela le ha valido todo tipo de triunfos al gobernante venezolano.
Hasta ahora el triunfo de Morales en la consulta popular le ha valido el reconocimiento propagandístico necesario para envolver a medio mundo en su descabellado proyecto político; proyecto éste que para variar cuenta con el absoluto apoyo de su universalmente conocido mentor y financista, el presidente de Venezuela Hugo Chávez. Pero indistintamente de los resultados obtenidos el pasado 10 de Agosto, los bolivianos valen mucho más que lo que el propio Morales les ha querido demostrar. Basta con apreciar la capacidad y gallardía con que por encima de las adversidades han actuado muchos de sus compatriotas para desarrollar económicamente parte de la geografía de ese país y luchar simultáneamente por su democracia. El pueblo de Bolivia tiene que entender que tiene enfrente un reto singular del cual no vale arrepentimientos. La reforma de la Constitución es lo único que necesita Morales para terminar de echar a andar su proyecto político y si los Bolivianos quieren frenar la hegemonía del poder del presidente populista tendrán que escoger entre luchar por sus propios y particulares intereses, los cuales también están en juego, o abrirse para enfrentarse en una lucha sin cuartel en el escenario político nacional, porque las regiones son importantes, pero de nada les servirán si el presidente Morales, aún con las denuncias de procedimientos irregulares, logra la aprobación de su Constitución a nivel nacional contando con la superioridad numérica de las regiones con mayor población indígena.
El mundo está distraído entre los juegos olímpicos en la China; la invasión de Rusia a la indefensa Georgia y las elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Bolivia no puede contar sino con Bolivia. Ella debe seguir el ejemplo de los atletas que sobresalen en las competencias mundiales; y es que si ese país quiere de verdad vivir en democracia, no le queda sino lanzar esa “última brazada” para superar sus propios retos. Vale la pena competir si de verdad los Bolivianos quieren evitar que una vez más su democracia se tiña de sangre.-
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Hace 5 horas
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