viernes, 22 de agosto de 2008

Una vez más, el diálogo

Aunque a estas alturas la palabra "diálogo" corre serio riesgo de devaluarse, por su impropio uso o sencillamente por su falta de aplicación, nosotros no desmayaremos en la intención que creemos anima a todos los bolivianos: la imperiosa necesidad de una concertación, de una alianza estratégica en función del país y para beneficio de todos.

No podemos seguir como estamos. Tampoco la nación puede soportar continuos paros, bloqueos y hostigamientos de todo tipo, vengan de donde vengan.

Una voluntad dialogadora auténtica se precisa aquí y ahora. Y quien tiene que irradiar primariamente esa voluntad es el Gobierno, pues al ser quien conduce los destinos de la República, le cabe -de lejos- la mayor cuota de responsabilidad. Esa responsabilidad determina prudentes pautas de concesiones, todas ellas calibradas para lograr la reciprocidad de la contraparte y forjar así una sólida unión nacional.

Se habla ahora casi con desparpajo de "las dos Bolivias" y se plantean en este ámbito diversas opciones. Creemos todavía en la posibilidad de una sola e indivisible Bolivia, verazmente unida en su diversidad. Altiplano, valles y llanos configuran en sí una multiplicidad de espacios que son mutuamente complementarios.

El Gobierno, reiteramos, tiene la mayor cuota de responsabilidad. Su reciente triunfo en el referéndum revocatorio no debe llevarlo a la soberbia, sino más bien a la humildad constructiva de los verdaderos triunfadores. Todos somos mortales, algún día dejaremos esta tierra. Aquellos mortales que hoy nos gobiernan tienen que hacer lo suyo para pasar así a la posteridad por la puerta grande de la historia y no escurrirse por los lóbregos pasillos de las desavenencias.

Obviamente, la oposición política y regional tiene mucho que dar también, pero es necesario comenzar por el Gobierno. Si el Impuesto Directo a los Hidrocarburos es tan conflictivo, entonces ¿por qué no ver la forma de revertir la medida procurando medios alternativos para los fines propuestos? Eso no es derrota, se llama sabiduría. Si ello no es posible, hay que procurar un camino intermedio acordado entre las partes, no necesariamente las fórmulas tienen que ser excluyentes.

En definitiva, seguimos apostando por el diálogo sincero, sin condicionamientos ni trampas. El Gobierno tiene en sus manos la iniciativa. Confiamos en que sus próximos movimientos nos lleven al camino del entendimiento constructivo. Seguir fogoneando posibles confrontaciones nos puede llevar al desastre, a un desastre que nadie quiere, salvo los exaltados de turno que penosamente no faltan en todas partes. Diálogo, diálogo y diálogo. Por este camino podremos llegar a fines concretos.
Fuente: lostiempos.com
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