El presidente Evo Morales confesó hace poco que, cuando le dicen que está a punto de violar la ley, él “le mete no más”, es decir que no le importa el estado de derecho, y admite que ordena a sus abogados que encuadren esas violaciones a la ley, ya que, “para eso, ellos han estudiado (Derecho)”. Este fue el punto culminante del cinismo.
Después, sin solución de continuidad, siguieron los ya conocidos disparates y las demasías. Ésta es una comprobación de que se sigue el estilo cerril, ausente de toda inspiración democrática, y que no es una percepción sectaria de “oligarcas” intransigentes. Las incitativas a la violencia, a violar la ley, las estridencias injustificadas, están registradas en todos los medios de difusión: canales de televisión periódicos y radiodifusoras, salvo, claro está, en los que controla el gobierno, que siembran el odio y la intemperancia, haciendo difícil la concertación.
Para que no quepa ninguna duda de esta conducta belicosa, el presidente Evo Morales, el sábado 27 de este mes, en uno de sus encendidos y confusos discursos, en la llamada asamblea de emergencia de la Coordinadora Nacional por el Cambio (Conalcam) en Tiquipaya, Cochabamba, ha advertido que se aprobará, de todas maneras, el texto constitucional del MAS, adoptado en el Cuartel de La Glorieta y en Oruro lo que ha cobrado muertos y heridos. Dijo que, garantizada la autonomía en el proyecto masista, “si no quieren… igual, de buenas o malas, se va a aprobar… Ningún miedo. Tenemos tantas formas de hacer aprobar (el proyecto del MAS), ahora debatiremos cómo (hacerlo). Esperemos mañana, pasado mañana, ojalá acuerden” (La Razón, La Paz, domingo 26 de septiembre de 2008, página A30)
En ese mensaje, que parece criptográfico, está el ánimo pendenciero del jefe de estado que inspira a sus subordinados a una verdadera competencia de amenazas terribles. Se percibe, entonces, la decisión de usar la violencia, de imponerse por la fuerza. Este es el verdadero significado “de buenas o de malas” (sic). El oficialismo no sabe hablar en paz y con sensatez. Todo lo traduce en el cerco, la marcha agresiva, la zancadilla política y, como sucedió en Pando, a la violencia fraticida.
El presidente, en su estilo, llama “a la buenas” si se capitula en su favor y se renuncia al derecho a disentir, y “a las malas” la imposición del “rodillo” parlamentario, evitando que participe la oposición –no sería la primera vez– y acosando, con vociferantes cercos de hordas alquiladas, para obligar por a los parlamentarios a aprobar cualquier disparate que se le ocurra a la cúpula populista, violentando la libertad de conciencia de los representantes del pueblo.
Pero esto no es todo: ya hay otro salvaje anuncio: los masistas van a cercar otra ciudad, esta vez la valerosa Sucre, la que se hizo respetar, como pueblo, como estirpe y como bastión de los libres. Los “corajudos” masistas, apoyados y financiados por el gobierno, ya preparan este infame sitio.
Así funciona la “democracia” que con tanto entusiasmo apoyan los presidentes en UNASUR, absortos por las arengas del desaforado Hugo Chávez y con la conmiseración que les provoca los lamentos de Morales. Este es el método “democrático” que ensalza la señora Cristina Fernández -¿quién sabe por qué?-, y este es el estilo “democrático” que no le tolerarían a la señora Bachelet en Chile. UNASUR, demuestra que no es confiable para defender la democracia. La Secretaría General de la OEA ha renunciado a invocar –como le correspondería– la Carta Democrática Interamericana.
Debe reiterarse: hay nuevos aprestos para la violencia en Bolivia. Con las actitudes agresivas del gobierno y con los anuncios de que algo trascendental, como la aprobación de la constitución de la Nación se la impondría “de buenas o de malas”, la democracia, esforzadamente protegida en Bolivia por más de un cuarto de siglo, puede terminar en una desembozada dictadura populista, inspirada por el autócrata de Caracas.
Marcelo Ostria Trigo
Fuente
Chapare, un reino de sangre y cocaina
Hace 22 horas
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