miércoles, 1 de octubre de 2008

¿Huele Bolivia a guerra civil?

Hace ya casi tres años, asumía el poder en Bolivia un dirigente indígena, sindical y cocalero: Evo Morales. Lo que se celebró en su momento como un éxito de la integración y un hecho histórico por ser el primer presidente indígena del país, se ha convertido en una continúa fuente de tensiones, no sólo dentro de Bolivia sino en el resto de América Latina.

La llegada de Evo Morales al poder se cogió con alegría y recelo a partes iguales. Alegría en la creciente corriente izquierdista en la que ya estaba sumida la región, sobre todo con la alineación Chávez-Castro de los primeros años del nuevo siglo. El recelo llegada desde Estados Unidos y de muchos países, tanto europeos como latinoamericanos, a los que les preocupaba la situación de sus empresas y sus inversiones en aquel país.

Los primeros tiempos de Morales fueron seguidos con lupa por los analistas internacionales, pero pronto vieron que el globo sonda que fue su campaña iba desinflándose. Primero por una serie de decisiones impopulares, como la nacionalización de los hidrocarburos, y sobre todo por la instalación de una Asamblea Constituyente para proporcionar a Bolivia una nueva Carta Magna. Una constitución a su medida.

Este nuevo texto constitucional, con referéndum incluido, terminó de descabezar al país. Fue aprobado en noviembre de 2007, en la ciudad de Oruro, en medio de una crisis y un enfrentamiento abierto con la oposición por la legalidad o la ilegalidad de todo aquel proceso.

Ahora quedarían dos nuevas consultas populares, pero que parecen complicadas por la situación que vive el país. Además, este mismo año, en agosto de 2008, el presidente Morales ha tenido que hacer frente a un proceso revocatorio, un nuevo referendo, en el que su cargo y el de ocho prefectos estatales, estaban puestos a disposición del pueblo boliviano.
Morales sacó adelante el referendo con el 67 por ciento de los votos, pero dejó un país quebrado. Una situación difícil de manejar que ha estallado posteriormente en enfrentamientos continuos entre regiones, ciudades, patronal y sindicatos, y sobre todo entre el Gobierno central y algunos de los departamentos más ricos del país.

Y es aquí cuando nos encontramos con uno de los problemas que recorre América Latina de norte a sur: la desigualdad. Bolivia con amplias diferencias entre sus capas sociales, pero no sólo eso, existen varias regiones con un nivel medio de vida muy por encima de otras. Y estas regiones, con marcados gobiernos de carácter autonomista, piden eso mismo, mayor autonomía e independencia del Gobierno de La Paz para poder gestionar los recursos que ellos generan.

Tras numerosas desavenencias, barricadas en prácticamente todas las ciudades de Bolivia, intervención del ejército, reunión de urgencia del Mercosur y amenazas de Hugo Chávez por todos lados, la situación de Evo Morales se ha antojado complicada en los últimos meses. E incluso el fantasma del Golpe de Estado no ha parado de sobrevolar la cabeza del mandatario boliviano.

Parecía que la detención del Gobernador del Estado de Pando, Leopoldo Fernández, y su deposición del cargo, iba a ser la gota que colmase el vaso y desencadenase el conflicto. Pero una reunión de urgencia entre Gobierno y oposición, además de la intervención de Argentina y Brasil, trajeron consigo un acuerdo de mínimos que sobre todo, cara a la galería mediática, permite aparentar normalidad en el país.

Posteriormente, Evo Morales declaró el estado de sitio en este Departamento del norte del país, tras unos choques violentos entre partidarios del Gobierno y de la oposición que trajeron consigo la muerte de unas 20 personas. Una nueva piedra más en el camino para la otrora esperanza indígena de América Latina.

Evo Morales: El desencanto

Lo que parecía una brisa de aire limpio para América Latina, el paso definitivo de los pueblos indígenas de toda América Latina para consolidarse como un elemento importante del futuro de la región, ha quedado en agua de borrajas y en un segundo plano por algunas políticas llevadas a cabo por Evo Morales.

Le faltó tiempo al recién elegido presidente boliviano para alinearse con Chávez y Castro. No es cuestión de discutir su afinidad ideológica, pero quizás hubiera tenido que tener en cuenta la cantidad de intereses extranjeros en Bolivia (y no sólo norteamericanos), especialmente en materia de gas.

Esta alineación en la famosa Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA) le puso rápidamente la etiqueta en la comunidad internacional. Y le acabó pasando factura.

Luego llegó el tema de las nacionalizaciones de los hidrocarburos, dentro de sus primeros 100 días como gobernante del país. Conflicto abierto con países que tienen un peso importante en la economía boliviana, y tensión diplomática con uno de los principales socios del país: España. Luego han venido enfrentamientos con los Estados Unidos, aunque no al nivel de su compadre Chávez, finalizando con la expulsión del embajador estadounidense de La Paz.

Lo que parece claro es que la política exterior de Morales en dos años y medio ha sido de todo menos tranquila. Y aquí viene uno de los principales problemas de la gestión de Evo en estos dos años y medio que lleva en el cargo: al principio miró más hacia el exterior que hacia el interior.

Cuando llegó al poder, pronto se convirtió en un personaje simpático en la coyuntura internacional. Su famoso jersey dio la vuelta al mundo, causando sensación e incluso moda. Se apresuró a ir a Venezuela, a fotografiarse con Fidel, a volar a Europa, a estar con Zapatero… antes de jurar el cargo había pasado más tiempo fuera de Bolivia que en La Paz.

Es posible plantearse que probablemente Evo Morales no tenía una visión global de lo que iba a tener entre manos. Y uno de los principales errores que puede achacársele es que ha intentado dirigir Bolivia a ojos de dirigente cocalero, dando prioridad a las exigencias de su gente antes de las de la sociedad en su conjunto.

No ha tenido visión global y no ha querido en ningún momento ceder en ninguna de sus pretensiones. Y esto, evidentemente, le ha traído, primero desconfianza y luego una batalla abierta. Un país con tanta diferencia social como Bolivia, con unas regiones muy ricas y otras extremadamente pobres no puede ser dirigido con una política igual para todos. Y mucho menos hacer que un grupo, en este caso minoritario, tenga prioridad en las decisiones de todo un Gobierno central.

Y no se trata en este artículo de dar la razón a la oposición, ni mucho menos, sino todo lo contrario. Para que un país crezca y salga adelante, es necesario alcanzar políticas de estado, políticas comunes para todos los ciudadanos.

¿Y qué fue lo primero que hizo Morales? Anunciar la formación de una Asamblea Constituyente que iba a elaborar la nueva Carta Magna del país. Un texto que fue aprobado por los asambleístas recluidos en una ciudad pérdida del norte de Bolivia, y con muchos ciudadanos bolivianos en la calle levantando barricadas.

Y Evo Morales nunca cedió. Jamás. Siguió en sus trece y no abrió ninguna posibilidad a integrar a la oposición en esa nueva Carta Magna. Quizás en ningún momento se vio como un nuevo Hugo Chávez, o quizás como un nuevo Fidel Castro. Pero la verdad es que Evo tiene muchos menos apoyos que estos dos dentro de sus países. Ni siquiera son la mayoría.

En los disturbios con los prefectos autonomistas de finales de este verano de 2008 ha habido más de lo mismo. Una idea fija: todo el poder en La Paz y nada de autonomía. De nuevo Evo gobierna para unos pocos y no tiene en cuenta las necesidades reales de las regiones que están impulsando la economía de todo el país.

Camino a una guerra civil

No es una rotunda afirmación pues analizar lo que va a pasar, no jugamos a ser adivinos ni echamos las cartas. Simplemente se analizan datos y posiciones.

Evo Morales llegó como una nueva superestrella, un nuevo Allende dijeron algunos, el ‘Che’ Guevara de los pueblos indígenas vitoreaban otros… Pero nadie, ni siquiera el propio Morales quizás se paró a plantearse algo: había sido elegido en un proceso democrático, con una amplia abstención y con un país muy quemado.

Desde su llegada a La Paz como presidente del país, Morales se apresuró desde el primer momento en contentar a los que le habían llevado al poder, especialmente al sector cocaclero. Eso en cuanto al interior, porque pronto se echó en las manos de Chávez y trató de imitarle en numerosas medidas
A nivel internacional su llegada fue muy bien recibida, sobre todo en Europa, donde vieron la victoria del sindicalista indígena como una señal de que las cosas en cuanto a derechos humanos por fin se enderezaban en América Latina.

Pero lo que en su día fueron palmas y abrazos, pronto, gracias a sus controvertidas decisiones, se convirtió en tensiones diplomáticas por muchos motivos, entre ellos, algunos que hemos detallado anteriormente en este artículo.

Y como hemos comentado también, su sumisión, que ni siquiera alineación, con Hugo Chávez ha provocado grandes recelos sobre la personalidad y la forma de hacer política exterior de Evo Morales. Y además, no ha sabido trabajar con los bloques porque primero prometió amor eterno a la Comunidad Andina de Naciones, y a los meses, tras la salida de Chávez, fue buscando la entrada en el Mercado Común del Sur.

Pocos momentos de gloria ha tenido Morales en sus dos años y medio de mandato. Es probable que desde su llegada no haya tenido un día tranquilo en su sillón presidencial.

Pero no hablamos de su política exterior, que es ese es otro tema, quizás más amplio. Es casi seguro que con el paso de los años, la política exterior de Evo Morales se estudiará como un pequeño capítulo de la biografía exterior del presidente venezolano.

El gran fallo de Evo Morales, y que le lleva de camino sin retorno hacia una guerra civil, si no cede en sus pretensiones, es su política interna.
Como se ha citado, Morales no ha optado en ningún momento por una visión global del país, y en todos los puntos de inflexión que ha tenido el conflicto, no ha sido capaz de ceder un ápice, siguiendo subido al carro de una Carta Magna de unos pocos, quien sabe si inspirada, sino escrita, por el ‘bolivarismo’ del que tanto hablan por Caracas.

Ahora el flamante primer presidente indígena de la historia de Bolivia se encuentra en una nueva encrucijada. Los ánimos parecen más calmados y tiene de algún modo controlada la situación con el Gobierno.

La pura lógica puede hacer pensar que optaría por un nuevo modelo de gestión del Estado, dando autonomía a las regiones que la demandan, y buscando políticas de estado, globales, que beneficien a todo un país y no solo a un grupo de afines.

Pero no podemos esperar decisiones lógicas de Evo Morales. El proceso constitucional sigue adelante, el Gobernador de Pando en la cárcel y la oposición sigue en la calle. ¿Cómo gestionar algo que se le ha ido desde el primer momento de las manos?

Al principio surgieron muchas dudas sobre la capacidad política de Morales, y sobre si era una marioneta de unos pocos, que podría caer bien y llegar fácilmente al poder. No se sabe si esta teoría se aleja más o menos de la verdad, pero sí es cierto que Evo Morales no ha demostrado en todo este tiempo capacidad de liderazgo y sobre todo, iniciativa para sacar al país de una situación preocupante.

Es este el momento de ver si Morales es un buen presidente de Gobierno o será otro mandatario que anunciaba esperanza y quedó en agua de borrajas. La situación en Bolivia alcanza cotas preocupantes, porque la oposición y sus partidarios, no es que sean más numerosos, pero sí que tienen más medios para armarse, y sobre todo el apoyo y los intereses empresariales de los Estados Unidos.

La región ha mostrado su preocupación con varias reuniones urgentes, una del Mercosur, otra de la Organización de Estados Americanos, y otra de los presidentes en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas. Pero, ¿a cuántos de estos mandatarios les importa de verdad Evo Morales?
Por lo que se lee entre líneas, la principal preocupación de las dos grandes potencias latinoamericanas, Argentina y Brasil, es puramente económica. Quieren primero asegurar sus inversiones, y segundo, tener asegurado el suministro continúo de gas. Por eso necesitan una situación de tranquilidad en Bolivia, y es probable que por lo mismo, apoyen a otro candidato de cara a un futuro proceso electoral.

¿Y Chávez? Amenaza con intervenir continuamente, con tener los tanques preparados si tocan a su amigo Evo. Pero, le interesa en realidad Evo Morales o le interesa Hugo Chávez. Esto es, lo hace porque cree en la capacidad política del mandatario boliviano o simplemente es un aliado fundamental para seguir exportando su Revolución Bolivariana al resto de Latinoamérica. Y por supuesto, el suministro de gas.

Estos son algunos de los factores con los que tendrá que lidiar Evo Morales. Una situación interna cada día más inestable, una incapacidad total para tomar decisiones positivas para el país y una coyuntura internacional llena de amigos más bien interesados en su gas o en su ideología.

Pero lo más preocupante es: que no es probable que Evo ceda en sus ideas, que la oposición crezca, que haya cada vez más intereses para sacarlo del poder. Y estos son ingredientes de una receta que culmina en un golpe de estado.

Bolivia (y Morales) han tenido una nueva oportunidad de cambio. Y ha sido de nuevo desaprovechada. Lo mejor para el país es la salida inmediata de Evo, nuevas elecciones y un Gobierno que trace políticas de Estado que refloten al país y hagan que los innumerables recursos naturales y energéticos que poseen redunden en beneficio de toda la sociedad.
Pero sabemos que esto no va a pasar. Somos conscientes de que Evo Morales se atrincherará, querrá sacar su Constitución que irá a pedir ayuda a su amigo Chávez, que pronto habrá ‘dos Bolivias’, y que llegará un instante en que todo esté a punto de estallar.

Sin duda, ya ha pasado la hora de Evo Morales…

Juan Luis Dorado
Especialista en Política Latinoamericana
Fuente

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