El domingo pasado en horas de la noche, en ciudades del occidente, se festejaba el triunfo obtenido en el referendum revocatorio por los Primeros Mandatarios de la Nación. A la misma hora, en el oriente, los prefectos festejaban también, pero por razones contrarias a las celebraciones de esa otra mitad del país, más poblada ciertamente. Era la demostración palpable de que Bolivia está dividida.
Esa triste realidad se agudizará inevitablemente porque las posiciones son absolutamente contrapuestas. El Presidente, al dirigirse a la ciudadanía, efectivamente lo hacía en tono conciliador, pero aclarando que invitaba a la oposición, que ahora son las regiones, a sumarse a su proyecto y terminó con el consabido "patria o muerte", tan extranjero como la injerencia venezolana. Los prefectos, por su parte, fueron más duros aclarando que no tenían buena experiencia en los intentos de diálogo y que si el gobierno quería dar una muestra de buena voluntad, debía empezar por devolver el IDH porque sólo así es posible continuar con el proceso autonómico, que es también resultado de la voluntad popular.
El referéndum revocatorio fue lo que se esperaba: una pulseta. El gobierno, efectivamente, logró liberarse del prefecto cochabambino y también del paceño, gracias a una campaña sucia que tuvo como ejemplo la que protagonizó Goni cuando le quitó el triunfo a Manfred Reyes Villa hace varios años. Fue, sin lugar a equivocarse, más de lo mismo, más de lo que se criticó antes, pero resultó efectiva como la de Sánchez de Lozada cuyo triunfo, sin embargo, le duró poco.
La Corte Electoral perdió confiabilidad, las reglas de juego de la consulta fueron poco claras, y el proceso se ha teñido de ilegalidad y de ilegitimidad. Denuncias de todo tipo son la característica en varias regiones, empezando por el voto de los bolivianos que viven en la Argentina que, con un permiso inédito, llegaron sólo a votar en los departamentos que convenía al gobierno, pero nadie supo cómo se inscribieron, ni cómo se registraron. Total, los resultados son los que cuentan y la noticia al exterior llegó simplemente como un triunfo que "superó ciertas dificultades". Los observadores de la OEA, a pesar de ser una organización afín al gobierno, han manifestado su preocupación por lo ocurrido, pero muchos otros parecieron ciegos, sordos y mudos.
Lo que queda claro es que la división se ha acentuado y las posibilidades de encontrar una solución mediante el diálogo, que sería lo ideal, son pocas debido a las experiencias del pasado reciente y a la radicalidad de las posiciones; sobretodo, a la del gobierno, porque tiene en sus manos la manzana de la discordia que es su proyecto de constitución, caracterizada por la ilegalidad que parece no ser un inconveniente para el Presidente porque total: " le mete y después los abogados la legalizan". Ese texto, que no fue redactado por los asambleístas de la Constituyente, no será aceptado y las organizaciones sociales del MAS ya han anunciado que no se moverá una sola coma. Por tanto, el futuro es sombrío, como era antes del referéndum. La diferencia, son dos prefectos opositores cambiados, pero cuatro fortalecidos, a los que se suma Chuquisaca, cuya Prefecta tiene muy clara su posición.
Es pues muy grave la situación. El Presidente se muestra conciliador, pero siempre que se haga lo que él quiere y los Prefectos son radicales porque exigen una muestra clara de buena voluntad que tiene que empezar por la devolución del IDH, objetivo por el que continúa una huelga de hambre.
Por eso se justifica el título de esta nota: Dos triunfos y una derrota: por una parte el del Presidente y el del Vicepresidente y, por otra, el de los Prefectos, pero hay también una derrota: la de Bolivia. Dios salve la Patria.
Por: Gastón Solares Ávila
Fuente: lostiempos.com
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