lunes, 18 de agosto de 2008

¡Faltaba Tuto…!

Evo Morales tenía muchísimas razones para festejar el domingo pasado. Pero fue muy injusto y cometió un grave pecado de ingratitud: no invitó al balcón, ni estuvo junto a él en el festejo, el que había sido comadrona de ese triunfo: Jorge Tuto Quiroga. Y desde luego, mucho más derecho a estar en el balcón que don Antonio Peredo, tenía Óscar Ortiz, que había defendido a capa y espada la sesión del Senado del aquel 8 de mayo, a pesar de los pedidos que le hacía, desde Tarija, Mario Cossío, “¡nos están jodiendo, hermano!”

Y tenían razón Rubén Costas y los prefectos ratificados, al evitar que los senadores de Podemos, titulares indiscutibles de la impostura, estuvieran presentes en las tarimas de festejo, como intentaron hacer con ocasión de los referendos departamentales, en los que aparecían llenos de sonrisas, como si estuvieran identificados con las regiones.

Los actores de política, en Bolivia, no se sienten obligados a dar explicaciones. Y si algo que hoy debería exigírsele a Tuto y su comparsa, es esa explicación. En verdad, Tuto no está muy acostumbrado a ello: se crió como pichón del nuevo Banzer —¿quién lo conocía antes en política?—, traicionó a su partido en una elección general, ADN sacó apenas el tres por ciento y él, jefe de partido y conductor del ridículo, no tuvo la decencia de irse a su casa; se paseó por todas las cocinas buscando restos de comida y, creyéndose chef, preparó esa croqueta incomible que es Podemos.

Cada día estoy más convencido de que Podemos ya es parte del nuevo proyecto autoritario. Porque a nadie le puede caber ninguna duda de que el gobierno cometería la mayor de las imbecilidades si no aprovechara los resultados obtenidos. Para comenzar, se viene la ofensiva de la nueva Constitución —léase reelección—, con una base popular absolutamente indiscutible. Las regiones no logran diseñar una estrategia sólida, perdieron la oportunidad de la victoria —mayo, junio—, se inclinaron a la tentación de una votación sorpresa contra Evo, asumieron medidas inútiles —huelgas de hambre o paros cívicos—, y están construyendo un escenario de riesgo incalculable: que las autonomías dejen de ser proyecto, para reducirse a trinchera. Y es más que probable que el gobierno vea en el Congreso el mejor escenario para redactar los términos de la nueva Constitución: le basta el pacto con el Senado, y más de una nostalgia autoritaria en las filas de Podemos... ¿la sombra de Banzer?

Hoy ya no importan los gritos y las quejas por el fraude. Claro que lo hubo, estúpido, vulgar e innecesario, porque el gobierno no tenía idea de que podía ganar sin acudir a fraude ni a exenidades (trad: obscenidades electorales). Y así como Pando y Chuquisaca ya tienen mayorías que apoyan a Evo, Santa Cruz, la principal trinchera autonómica, tiene que asumir el casi 40 por ciento de masistas. No es el cuadro ideal para las oposiciones regionales —aunque tampoco las regiones son paso de parada para el gobierno—, pero, por el momento por lo menos, están obligadas a las tareas de reorganización y de defensa.

En esa perspectiva, hay que reconocer con dolorosa honradez, el instinto de los senadores de Podemos. Han apuntado, como bichos primarios, a su supervivencia. Es obvio que nadie les puede otorgar certificado de certidumbre porque en política sirves mientras eres necesario... ¡después al basurero! Entretanto, asumamos que Tuto y los suyos, sin importar la causa, seguirán haciendo los méritos necesarios para estar, la próxima vez, ¡en el balcón!
Cayetano Llobet
Fuente: lostiempos.com
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