Los referendos del domingo pasado en Bolivia confirmaron la dramática división del país, prácticamente cortado en dos por las enormes divergencias políticas y regionales que empezaron a salir a flote desde el ascenso al poder hace tres años de Evo Morales, el primer líder indígena que llega a la presidencia en 183 años de agitada historia.
Morales pudo cantar victoria y sus opositores también (salvo dos prefectos o gobernadores departamentales). Evo obtuvo la refrendación de su mandato por 63,5% de los votantes, frente al 53,7 que lo eligió en 2005; pero tan rotundo como su triunfo a nivel nacional fue el que obtuvieron regionalmente los gobernadores de los departamentos que proclamaron hace poco su autonomía, y cuyos mandatos también fueron sometidos a referendo.
Rubén Costas, de Santa Cruz (donde los programas de Morales y, en especial, la reforma agraria, han encontrado los mayores obstáculos), logró el 79% (en comparación con 48% en 2005); Ernesto Suárez, de Beni, ganó con 67% (frente al 44% anterior); Mario Cossio, de Tarija, 65% (contra 56%); y Leopoldo Fernández, de Pando, 60% (frente a 48%). Perdieron dos gobernadores de la oposición, los de La Paz y Cochabamba, y un aliado de Morales, el de Oruro.
El resultado de este cuadro es que no se alteró el equilibrio de fuerzas entre gobierno y oposición que ha mantenido al país en crisis en los últimos tiempos. Evo recibió un respaldo fresco a sus políticas revolucionarias (expresadas en las nacionalizaciones y la redistribución de tierras y recursos en beneficio de los indígenas y campesinos pobres), pero la oposición también recibió un nuevo aliento. Es la misma división que muestra la geografía boliviana entre el árido occidente y la rica región oriental, dueña de las reservas de hidrocarburos, que se repite entre sus habitantes (los primeros, indígenas; y los segundos, de mayoría blanca).
Las dos Bolivias se mantuvieron unidas por casi dos siglos bajo gobiernos presididos por descendientes de españoles, muchos de ellos dictatoriales. Ahora, cuando por primera vez las gobierna un indígena, están más divididas que nunca. Y aunque en ningún departamento rebelde se habla de separación (solo de autonomía), las votaciones del domingo reflejan una grieta que puede amenazar la integridad nacional si sus líderes no logran conciliar las autonomías regionales con el cambio social.
Fuente: eltiempo.com
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